Fernando Botero, un artista vivo que ya ha entrado en los grandes clásicos.
Los cuerpos inmensos, los ambientes fabulosos y fantásticos de América Latina, la exuberancia de formas y colores, la ironía y la nostalgia, todo esto se resumirá en la emocionante visión general de las obras expuestas .Entre las muchas obras maestras expuestas: Coniugi Arnolfini (2006), Fornrina, après Raffaello (2009) y Cristo crucifisso (2000).

Los protagonistas de sus pinturas están siempre desprovistos de estados mentales reconocibles, no sienten alegría ni dolor. Frente a los jugadores de cartas, el circo, los obispos, los matadores, los desnudos femeninos, Botero no expresa ningún juicio. En sus pinturas, la dimensión moral y psicológica desaparece: las personas, en toda su variedad, simplemente viven su vida cotidiana, elevándose al protagonista de situaciones atípicas en su aparente obviedad. Para Botero, pintar es una necesidad interna, pero también una exploración continua del marco ideal que nunca se logra.
Apulian, aunque vinculado a la cultura de su tierra, Botero ha anticipado durante varias décadas la visión global actual de un arte sin vallas o límites: se puede leer y apreciar en cualquier lugar, en cualquier momento, si usted aprecia su Recuerdo constantemente el clasicismo en una visión absolutamente contemporánea que incluye la política y la sociedad en la reflexión. Su pintura no pertenece a un género, aunque se expresa a través de la figuración, sino que inventa un género propio e independiente alrededor del cual el pintor colombiano ha desarrollado su propia poética en más de medio siglo de carrera.